jueves, 29 de noviembre de 2012

TEORÍA "BARCO DE VAPOR"


      
      Estoy intentando, como siempre, llevar a mis alumnos de tercero por el noble camino de la lectura. No es tarea fácil. La mayoría reconoce abiertamente que no lee desde no sé qué curso de primaria y que en su casa no hay libros. Yo, que no cejo fácilmente en mis empeños, les he dicho que no se preocupen, ellos dicen que claro que no se preocupan y, a pesar de su falta de preocupación, les propuse crear una biblioteca en clase a la que ellos fueran aportando los libros que más les han gustado a lo largo de sus cortas vidas. Como era de esperar, las aportaciones, de momento, sólo han venido de cuatro personas, una de las cuales soy yo, y las otras tres han aprovechado, con la siempre inestimable colaboración maternal, para hacer una discreta limpieza de estanterías. Total, unos quince libros completamente inútiles y tres  –los míos- algo más adecuados. 
     La primera actividad consistió en hacer una presentación de los libros y curiosamente los que yo llevé volaron cuando comenzó el tiempo de préstamos y, más curioso todavía, los alumnos que se los llevaron son tres de los que reconocían no leer jamás. Da que pensar. Y pienso: os cuento el argumento de los tres. El primero: un extraterrestre busca por el planeta Tierra a su compañero desaparecido y va reflejando en un diario sus sorprendentes experiencias con la extravagante fauna autóctona, más conocida como seres humanos. ¿Os suena?, claro, Sin noticias de Gurb. El segundo: un reality show tipo Gran hermano que se desarrolla en una isla desierta; seis chicos y seis chicas rodeados de cámaras; sin embargo, puede que haya un punto muerto en la isla; los concursantes van desapareciendo, sólo puede quedar uno, son las reglas del concurso; se titula Isola. El tercero: una sociedad futura en la que anualmente se eligen niños y jóvenes para luchar entre sí, son entrenados para sobrevivir a la lucha; el premio: la vida; se llama Los juegos del hambre.
En fin, argumentos que los atrapan. Ahí está el quid de la cuestión. Tan sencillo como eso. No se puede obligar a los niños a leer lo que les aburre soberanamente, por muy barato que sea el libro e incluso didáctico. Yo me paso la vida diciéndoles a los zagales: -Si os aburre un libro, lo dejáis y punto-. Alguno te replica con aplastante razón: -¿Y si te obligan los profesores?- Pues lo lees a saltos para salir del apuro y te buscas uno que te guste de verdad para quitarte el mal sabor de boca en cuanto acabes. Si una comida no te gusta, pero tus padres te obligan a comértela ¿qué haces? ¿Dejas de comer de por vida? No. Te la comes como puedes esperando que la siguiente sea mejor, ese solomillo por el que merece la pena llegar con hambre para disfrutarlo más a la hora de la cena.
Y llegados a este punto de mi reflexión, viene mi teoría. Yo la llamo “La teoría Barco de Vapor”. Y se resume en una pregunta muy sencilla: ¿Conocéis a algún niño al que le haya gustado algún libro de la colección “Barco de Vapor”? Yo no. Y os aseguro que lo he preguntado muchas veces. Y sin embargo, hay toda una generación que ha crecido obligada a leer esas soporíferas historias de temas variados que poco o nada tienen que ver con los intereses de los niños y que ni siquiera son divertidas. Es cierto que algunas de ellas tienen hasta premio. Sí, el premio “Barco de Vapor”. Que me perdone la editorial SM, pero yo les tengo la guerra declarada. Creo que son los culpables, en parte, de que algunos críos dejaran de leer. Yo lo hubiera hecho.
       Cuando inauguraron la biblioteca del colegio de mis hijos, enviaron una circular pidiendo colaboración a los padres en forma de donaciones de fondos bibliográficos. Me pareció una buena oportunidad para deshacerme de todos los libros de Barco de Vapor que tengo acumulados en mi casa, pero no lo hice; me pareció una traición a mis principios, pensé que esos libros serían utilizados para que los leyeran otros niños que, si en su casa no tienen otra oportunidad, serían alejados definitivamente del placer de la lectura, o sea, lo último que se pretende con un libro. Así que siguen llenándose de polvo en la estantería. Es el mejor sitio que se me ocurre para ellos.
       Todos los cursos me veo obligada a elegir un libro por trimestre para que se lean mis alumnos; dependiendo del nivel soy más o menos estricta, procuro que en los niveles altos lean cosas que merezcan la pena, de las que aprendan, maduren y saquen algo, en definitiva, pero sobre todo que disfruten. El curso pasado decidí mandar una novela de Unamuno, autor que recomiendo una y mil veces a todo el mundo. En principio, no sabía cómo resultaría, al fin y al cabo hablamos de la generación de Harry Potter y Crepúsculo. Y de golpe Unamuno. La novela se llama Abel Sánchez. Para introducirles el tema les hablé del mito de Caín y Abel; a muchos de los críos, que tienen ya dieciséis años o más, ni siquiera les sonaban estos nombres. Yo me subía por las paredes. No lo puedo comprender, ¿qué clase de cultura da esta educación? Total, que me armo de paciencia y les explico el espinoso asuntillo de los hermanos más famosos –creía yo- de la historia. El tema les va gustando cada vez más, eso de que un hermano sea el mimado y al otro no le haga el mismísimo Dios ni puñetero caso promete, la tragedia se masca y eso les encanta. Caín termina casi siendo un buenazo, curiosamente. Llegamos al asesinato. Alguno comenta, sin darse cuenta de la importancia de lo que dice, que la Biblia parece más interesante de lo que creía. -Claro, hijo, en la Biblia te encuentras de todo, te sorprenderías: hay muerte, venganzas, historias de amor, locos, cuerdos, visionarios, héroes y villanos, guerras, matanzas, reyes, princesas, esclavos, endemoniados, muertos vivientes y mucha, mucha sangre-. Con esta presentación no pretendo inculcar valores cristianos, es evidente y no es mi tarea, pero nunca nadie les había hablado de ello. Ellos, la mayoría educados en una sociedad laica, pluricultural y bla, bla, bla, no terminan de creer lo que les digo, -“¡Estamos hablando de la Biblia!¿Cómo es posible? ¿Ahí no se habla de Jesucristo y los apóstoles?”-, así que les explico que sí, que Jesucristo también sale, por supuesto, pero sólo en un trocico y les  hablo de otros episodios tan o más interesantes que el de los hermanos Malasombra y su padre un tanto caprichoso y arbitrario. Nos reímos mucho, la verdad, con Esaú y Jacob, la que lían por un plato de lentejas; con el abuelete Abraham, esquizofrénico de manual y el pobre de su hijo, Isaac, que casi muere degollado por culpa de “las voces” que le hablaban a papuchi; con el lío que se monta en Sodoma y Gomorra, con lo bien que se lo estaba pasando el personal, y el triste final de la mujer de Lot, convertida en estatua de sal -¿por qué de sal?, cosas inescrutables de Dios, supongo- sin bebérselo ni comérselo la pobre; y el triste e inesperado final de los egipcios cuando se encuentran que se les echa el mar encima con ballenas y pulpos incluidos… en fin, un auténtico descubrimiento para ellos. Así que después de hablar un buen rato de estos personajes y escenas inolvidables, retomo el tema de la envidia. En eso, algunos tienen experiencias y las cuentan, comprenden a Caín y a Abel, ya no les parece tan malo el malo de la película ni tan inocente el chico bueno y se lanzan a la lectura de la novela con ganas, con muchas ganas. En conclusión: un éxito. ¿Unamuno un éxito con chicos de dieciséis años? Pues sí, les encantó a la mayoría, cosa difícil de conseguir eligiendo un libro común para todos; todavía alguno que me encuentro por el pasillo este curso me lo recuerda: -“Profesora, el libro de Abel Sánchez sí que estuvo bien”-.
       En fin, para terminar, os recomendaré la lectura de un libro muy interesante para aquellos que queráis hacer lectores a vuestros hijos; se llama Como una novela y su autor es Daniel Pennac, un tipo francés que fracasó en la escuela y no quiere que eso le pase a nadie más y se empeña en que todos los niños pueden llegar a ser grandes lectores. Ah, y no olvidéis esconder los libros de “Barco de Vapor”, que los carga el Diablo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

ADOLESCENTES Y REDES SOCIALES




Ayer estaba yo en clase hablando sobre los mass media; yo trabajo y me desvelo (perdona Miguel) por hacerles comprender a los zagales que desde que en los años cincuenta comenzó a emitirse TVE en España, no ha pasado tanto tiempo, pero ellos me miran con cara de no comprender mi concepto del tiempo y probablemente se pregunten cuántos años debo de tener para que más de medio siglo no me parezca una eternidad. Sin embargo, a ellos les encanta este tema porque cuando sale el asunto de Internet se saben dueños de la situación y se dan tortas por intervenir contando sus experiencias y mostrando sus conocimientos, que –ellos no lo saben- son menores de lo que creen. 
En ese punto de la clase, se monta el cirio porque yo aprovecho para intervenir en plan preventivo con el tema de las redes sociales y –lo reconozco- me pongo un poquitín apocalíptica, lo que no les viene nada mal a los excesivamente confiados; estas ingenuas criaturillas, hijas de la tecnología, no ven nada de malo en verter sus vidas y las de sus amigos y familias en la red y lo hacen sin ningún pudor: hablan de sus amores, de su ideología no siempre justificada ni aun racional, de sus viajes, de sus amigos, de las zonas por las que se mueven, de sus aficiones, de sus familias… en fin, de todo lo que constituye su vida, y tienen la ingenua pretensión de que la cosa queda entre amigos. Algunos, cuando ven que yo me estoy poniendo ya un poco trágica, me explican que cuando algo es supersecreto se envían un mensaje privado y santas Pascuas. Yo les explico que en Internet no hay nada secreto, que parece mentira que sean tan ingenuos y que todo absolutamente todo lo que se transmite vía Internet queda registrado y que en un futuro no tan lejano, cuando sus datos circulen de empresa en empresa, en bancos de datos en compra-venta, éstas van a disfrutar de un perfil más que completo de sus vidas, cosa que, a lo mejor, no les interesa tanto como ahora.  
A esas alturas, más tranquilos y receptivos, el abanico de gestos faciales que tengo frente a mí es variadísimo: están los que saben levantar una ceja y me miran con cara de no-sé-si-creerte; los neófitos, que empiezan a pensar que esto es más peligroso de lo que suponían; los que se creen que están de vuelta, que sonríen irónicamente de medio lado pensando que, como siempre, los profesores somos una panda de carcamales que nos pasamos la vida entre libros y no tenemos ni idea de la vida real; los que todavía no han perdido la confianza en los adultos, que intentan asimilar lo que les vas diciendo; y, claro, los que nunca se enteran de lo que estás diciendo porque tienen la cabeza en otro lado constantemente y la mirada perdida.  
Una vez que los tengo dominados -je,je,je, qué buena soy. No es fácil dominar las intervenciones de veinticinco adolescentes hablando de Internet-, hago un alarde de conocimiento de las redes sociales absolutamente inesperado para ellos: empiezo por las que ya conocen: Facebook, Tuenti (por supuesto) y Twitter –hasta ahí llegan sus conocimientos- y continúo plantándoles delante de sus inocentes ojos un Power-point en el que aparece una diapositiva con unas cincuenta redes desconocidas para ellos, claro. A partir de ese momento, dejo de ser una ignorante a sus ojos y recupero la credibilidad, “esto –les digo- es sólo la punta del iceberg (exclamación lapidaria y efectista donde las haya). Hablamos –continúo- de que los hombres y mujeres que dentro de quince o veinte años dirigirán el mundo EN TODOS LOS ÁMBITOS (aquí levanto la voz, aprendí mucho estudiando retórica clásica) están contando su vida, sus planes, sus limitaciones, sus ambiciones, sus círculos sociales, sus debilidades, las de sus familias y amigos… en fin, todos los datos, relevantes o no, referentes a sus vidas. ¿Seguís pensando que lo que hacéis no tiene importancia? ¿Qué cae en saco roto? No seáis ingenuos. Comprobad vosotros mismos la publicidad que os va llegando al correo, en el Tuenti o en el Twitter, ¿no os parece demasiado afín a vuestros intereses? ¿Pensáis que es casual? ¿No creéis que ya empieza a haber un perfil vuestro en alguna parte? Y eso que, de momento, sólo sois un proyecto de ciudadano. Yo, si fuera alguno de vosotros, a partir de ahora, me pararía a pensar antes de pulsar Enter (esto es un poco peliculero, lo reconozco, pero me encanta)”. Y así acabo mi exposición.
Como supondréis, la expectación a estas alturas es máxima. Silencio absoluto. Hasta los despistados prestan atención y alguno resopla como diciendo qué fuerte, no lo había pensado. Les doy unos diez segundos de reflexión y, para su desgracia, vuelvo a mi esencia: -Para mañana quiero un texto argumentativo de no menos de una página que recoja los pros y los contras de las redes sociales y lo quiero con estadísticas reales incluidas, me da igual que la red Wi-fi la tengáis mal, que el ordenador no os funcione o que vuestra madre os tenga castigados sin Internet y el que no tenga conexión que se vaya a la biblioteca. O sea, sin excusas. Fulanico, no te he visto apuntarlo-. Barullo general. Suena el timbre. Hala, a twittear todo esto en el cambio de clase.   

viernes, 16 de noviembre de 2012

CONFESIÓN


A pesar de que vivimos en un estado laico, hay cosas que no puedo evitar que me recuerden situaciones vividas en mi infancia en soporíferas clases de religión con alguna que otra monja jubilada que nos colocaban a las niñas de entonces para que la mujer no se muriera de la pura inactividad. Estas pacientes maestras eméritas intentaban inculcarnos valores cristianos e instruirnos en los sacramentos con denodado afán y escasos resultados.
De todas aquellas clases, recuerdo perfectamente los pasos que había que seguir para confesarse como Dios manda, nunca mejor dicho; a saber: examen de conciencia, arrepentimiento, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Toma ya. Pues yo los seguía a pies juntillas. Jurado. Y lo hacía porque tenía la certeza de que las monjas eran capaces de leer la mente, si no no entiendo por qué a veces sabían que me tenían que castigar con sólo mirarme.
            Ahora, muchísimos –demasiados- años después de que yo me viera obligada desde mi más tierna infancia a rebuscar los actos y pensamientos sucios -que sin lugar a dudas escondía- para no defraudar a un confesor ávido de perdonar nuestras bajezas infantiles, me encuentro con que la Administración ha copiado la fórmula paso por paso y me obliga a hacer lo mismo. Como os lo cuento.
Veréis, hace aproximadamente un par de años, alguna mente perversa pensó que los profesores no rellenábamos suficientes papeles, que quizá andábamos escasos de informes y que había que darnos trabajo, no fuera a ser que nos relajásemos en exceso, no en vano somos los vagos oficiales del país. Así que pensó en vengarse de aquellos procesos confesionales infantiles, que sin lugar a dudas él también sufrió, descargando todos sus traumas sobre los atareados profesores inventando una fórmula que ha dado en llamarse “evaluación de la práctica docente” y que se hace siguiendo los pasos de la confesión, tal cual. -Menos mal – me dije cuando lo vi y no lo creía- que he practicado cantidad en la infancia, me va a salir que te cagas.
La evaluación docente consiste en rellenar un interminable cuestionario de posibles faltas cometidas valorándolas de 1 a 5 (al menos tienen el detalle de darte la lista de pecados posibles y una gradación; no como los curas, que ni te daban pistas ni te dejaban matizar frecuencia y/o intensidad, dato importante en la cuestión de los pecados). Vale. Pues tú te colocas delante del ordenador y vas valorando lo rematadamente mal que lo has hecho ese trimestre (examen de conciencia). Cuando ves los resultados que tú mismo has puesto (dictado de los pecados al confesor), te dices a ti mismo: -Clarooo, ahora lo entiendoooo, este trimestre no he hecho correctamente las pequeñas agrupaciones ni  he coordinado adecuadamente a diario las actividades de mi aula con las concernientes a los otros departamentos didácticos; sí, es cierto que dediqué quince días a cada tema y les hice a los pobres críos dos exámenes y tres recuperaciones de cada uno divididos en apartados, pero me temo que los minutos en clase no fueron equilibrados en cuanto a contenidos y procedimientos, así como a actividades suficientemente motivadoras que simultáneamente potenciaran la educación en valores y consiguieran una socialización adecuada del grupo, mientras repasaban los contenidos mínimos y reforzaban las competencias básicas. Imperdonable. Además, reconozco que, aunque llamé por teléfono y envié varias cartas a las madres de los absentistas y disruptivos, también es cierto que tenía que haber insistido más, pues después del quinto plantón que me dio aquella madre, yo debí pensar que se trataba de algún problema de disociación familiar que el niño acusaba en su comportamiento; no debí conformarme con dar parte a Jefatura de Estudios y al orientador. Vaya. He vuelto a fallar (arrepentimiento). Pues no volverá a suceder, el trimestre que viene enmendaré estos problemas derivados de mi clara desmotivación profesional y buscaré ayuda profesional, si es  necesario, para que los chiquillos que llegan tarde sistemáticamente porque se duermen a las cinco de la mañana enganchados al Twitter o a la Play consigan motivarse nada más entrar en el aula y me vean cantando, bailando o contando cuentos disfrazada de personaje Disney, mientras hago uno o dos apoyos a los alumnos extranjeros o con dificultades generalizadas de aprendizaje y corrijo el cuadernillo de los que el curso que viene irán a refuerzo, sin olvidar, claro está, simplificar las instrucciones para los alumnos hiperactivos y/o con déficit de atención (propósito de enmienda).
Por si fuera poco, en el claustro final, se vuelven a comentar los resultados, esta vez por departamentos, para hacer así escarnio público de las faltas cometidas. “Pues sí hombre, eso faltaba, que se fuera la gente de vacaciones de rositas y con la cabeza bien alta…”
Y yo me pregunto: -Esa humillación pública ¿se hace en alguna otra profesión?- Me imagino un hospital, por decir algo. Todos los médicos reunidos el día antes de Nochebuena, con la tontería y la juerga propias de las fechas, y el director con los brazos en jarras meneando la cabeza mientras mira a los traumatólogos, cuya ineptitud sale en un fabuloso power-point con gráficas a todo color: -Este trimestreeeee alguien ha estado tonteando con las escayolas y los torniloooosss….y la relación con los enfermos no ha sido todo lo cordial que esperábamos de vosotrooooos. Vaya, vaya… pero si ha habido dos fallecimientos más que el trimestre pasadoooo…y no os vayáis a  excusar diciendo que eran unos sintecho nonagenarios, que no me vale, eso a vosotros no os debe influir si sois unos profesionales. A ver en qué tenemos la cabeza, que vagueamos mucho desde los últimos recortes... Y vosotros, los otorrinos, no os hagáis los tontos, que no creáis que no me he dado cuenta de que están proliferando las amigdalitis invernales, a ver qué explicación dais, que no me vale como excusa la ola de frío polar, que eso está muy visto… a ver si lo resolvemos antes de que venga el inspector de infecciones y epidemias y empiece a pedir papeles-.
O una constructora en la que justo antes de la cena de Navidad, el director convoca a los trabajadores: - Veamooos… Veo, no sin disgusto y consternación, que los encofradores han descendido su rendimiento en el último año y que ponen de excusa la reducción del presupuesto en material en un 80%. No me vale. ¿Y vuestra motivación?¿Es que todo se reduce a lo material? Si no hay dinero, tendréis que rediseñar nuevas estrategias de encoframiento readaptando las antiguas técnicas a las nuevas potencialidades constructivas y capacidades desarrollativas básicas. Y si no sabéis lo que eso significa, es que no estáis adaptados al desarrollo evolutivo de progresión claramente aritmética, es decir, a las nuevas estrategias empresariales, así que tendréis que replantearos vuestros métodos de encofrado para adaptarlos a los nuevos presupuestos. O lo que es lo mismo: aunque tengamos menos dinero, e incluso menos empleados, el resultado tiene que ser el mismo o mejor.Y si no hay hormigón, os las arregláis como podáis. Sin discusión. O no hay paga extra. Mejor dicho, no hay paga extra hagáis lo que hagáis.
Bueno, pues como se puede comprobarsi se repasa la secuencia, sólo falta la penitencia. No la descarto. El día menos pensado se planta ahí la inspectora: -Oye, Fulanico, como este curso ha suspendido tu asignatura un porcentaje de alumnos más que llamativo desde mi punto de vista -y no me irás a decir que es culpa de los chiquillos porque eso sería el colmo- en el mes de julio vas a venir por aquí todas las mañanas a rediseñar tus caducas estrategias de enseñanza-aprendizaje. Y que te ayude el de matemáticas por si acaso, que lo estoy viendo relajado últimamente. Ah,  y lo quiero todo en un informe, con las competencias básicas reflejadas, por escrito y con el visto bueno del Consejo Escolar. Antes de una semana.
Amén.
Para ilustrar esta reflexión-confesión-lamentodocente, os pongo un enlace como viene siendo habitual. Real como la vida misma. Aunque los que no os dediquéis a la enseñanza no lo creáis y os riáis. A mí me dan ganas de llorar a veces.

sábado, 10 de noviembre de 2012

CUENTOS INFANTILES




Los cuentos infantiles tradicionales nunca me han gustado, ni de pequeña; tienen un nosequé sórdido que me produce escalofríos, están plagados de personajes extraños que viven en lugares aún más extraños con familias extravagantes y sin principios morales. No creo que sean buenos para formar a los niños sobre bases éticas estables. 

Pongo por ejemplo: Los siete cabritillos. Analicemos esa historia:Una madre decide largarse de picos pardos y deja solos a sus siete hijos expuestos a la amenaza de un lobo que, al parecer, tenía la costumbre de intentar comérselos cada vez que la madre salía vete tú a saber dónde (madre desnaturalizada que aparece en la historia como si fuese lo más natural del mundo: -Nada, hijos, que me voy un rato, que como el lobo vendrá a intentar comeros como siempre, pues lo dicho, que os las apañéis como podáis, que yo tengo cosas más interesantes que hacer que estar aquí hecha una esclava cuidando mocosos.). Como es lógico y de esperar, el lobo, que come cabritillos desde tiempos inmemoriales y que sabe más que las ratas colorás, accede al domicilio familiar utilizando una burda treta y se los zampa en un plisplás (escena trágica y sádica donde las haya, literatura gore, diríamos hoy); bueno, sólo a seis, que no está nada mal teniendo en cuenta la capacidad del estómago de un lobo. Pero lo curioso es que los cabritillos ingeridos no mueren; al parecer, se quedan metidos en la barriga del lobo como si tal cosa, ¡seis cabritos vivos en la tripa de un animal! (¿alegoría de la gestación múltiple transexual?); la madre regresa a casa y se encuentra con el pastel, pero tampoco se preocupa mucho porque se ve que venía bien a gusto del Cabra´s Bar y porque se va con el cabrito listo, que era el más pequeño  -el mayor debía de ser adolescente, dado su nivel de empanamiento-, a buscar al lobo y… atención: ¡le raja la barriga! (inducción clarísima al asesinato a un menor); saca a sus hijos, que salen tan tranquilos, si bien envueltos en ácidos gástricos; llenan entre todos, en un ejemplar trabajo cooperativo familiar, la tripa del lobo de piedras y lo lanzan al río para que se ahogue (¿linchamiento?). ¿Pero cómo está vivo todavía ese lobo? Todo esto, ni que decir tiene, sin que el lobo se entere, claro, porque ya se sabe que si uno está echando la siesta y le rajan la barriga y se la llenan de piedras y lo lanzan vivo (inexplicablemente vivo) al río, apenas nota un cosquilleo. Supongo que, como los cabritillos son menores, sus actos no revisten mayor trascendencia penal. Pero ¿y la dulce Neus-cabra? ¿Dónde están los servicios sociales del bosque?
No sé, pero a mí, de pequeña, este cuento me ponía los pelos de punta, os lo juro. Estos sufridos escritores de literatura infantil olvidan a veces que niño no equivale a gilipollas. A mí no me cuadraba por ningún lado: ni me caía bien la madre, ni me tragaba que una pata del lobo pudiera ser confundida con la de una cabra (¡coño, que la de la cabra tiene pezuña! Y eso lo saben todos los niños, sobre todo si son cabritos) y además, por quien más sufría era  por el lobo, que me parecía que lo único que había hecho era lo que se espera de un lobo y, sinceramente, el castigo no era justo ni proporcionado según mi manera infantil, pero no estúpida, de verlo. Además, ¿cuál es la moraleja? ¿Que si sufres allanamiento de morada no estaría del todo mal que, en justa respuesta, abrieras en canal al ladrón con un cuchillo jamonero y/o lo lanzases vivo al agua con pesos atados en los pies? Por Dios, éste debió de ser el libro de cabecera de Al Capone en su infancia.
Quizá por esas injusticias de los cuentos yo siempre he sido más del lobo; verbigracia, en el de los tres cerditos, aparte de las evidentes resonancias bíblicas, ¿no les veis un poco de pluma y chulería todo en uno? No me extraña que el lobo les tuviera tanta hincha, de verlos todo el día tocando la flauta por el bosque (¿qué pintan tres cerdos en un bosque?) y canturreando cancioncillas con letras provocadoras que ponen en tela de juicio su capacidad como predador. Es que yo soy el lobo y voy a por ellos fijo. Y además, después de su experiencia con las cabras, decidiría cambiar de especie, el pobre, a ver si le iba mejor. 
Claro, que los métodos empleados por los lobos de los cuentos nunca son los más apropiados, ni siquiera racionales, diría yo: usar harina y el falsete de los Bee Gees en el caso de los cabritillos; soplar, repito, ¡soplar! en el de los cerdos gays provocadores, travestirse en el de Caperucita con la abuelita todavía viva en la barriga, nuevamente. Por Dios, qué sádica obsesión… alguien debía asesorar de una vez a esos denostados lobos infantiles o psicoanalizar a Perrault y los Grimm a ver qué encuentra.
Hablando de los Grimm, dejo un enlace a un corto titulado La bella durmiente según la abuelita O´Grimm. Si yo hubiera tenido esa abuela, quizá hubiese entendido mejor todos esos cuentos “infantiles”. No os lo perdáis.


                  http://www.youtube.com/watch?v=zOXLGNyVbw0


jueves, 8 de noviembre de 2012

ESTOY EN EL LIMBO


                Estoy en el Limbo. Como os lo cuento. Me ha mandado para allá el mismísimo Dante, así que es un limbo de lujo, que conste. El caso es que una compañera me ha enviado un enlace en el que aparece un cuestionario y, tras responder una por una todas las preguntas, te evalúa y te dice a qué círculo del Infierno dantesco te vas a ir de cabeza cuando te mueras. La pobre anda muy preocupada porque le ha tocado irse con los lujuriosos y yo, para consolarla, convencida de que me iba con ellos también, ya casi frotándome las manos pensando en la eternidad, me encuentro que me manda el tío con los no bautizados y me consuela diciéndome que eso sí, no te agobies porque allí estarán también, esperándote con ilusión, Sócrates, Platón, Aristóteles y el mismísimo Virgilio.
               ¿QUÉÉÉ? Desde el siglo XXI se lo digo, Signore Alighieri y con el mayor de los respetos que me merece su cabeza laureada: no estoy dispuesta. ¿Qué hago yo por toda la eternidad con esos vejestorios? Para empezar, yo no entiendo mucho a Platón, en qué me vi de aprobarlo en COU y además me salió en Selectividad, sólo me falta que me salga también cuando me muera; Sócrates no ha dicho ni mu en la vida, un soseras, vamos, que a ver por qué es filósofo, porque lo diga el plasta de Platón; y Aristóteles va de estrella de los filósofos y está siempre opinando de todo sin que nadie le pregunte. Por no hablar de Virgilio, ya está bien de Virgilio, para que le dé por hablarme con sus puñeteros hexámetros dactílicos y tenga que ayudarlo a buscar a Beatrice todo el santo día, que no se entera de que ésa está en el resort Paraíso*****. Y mientras, mi amiga tan pancha con el marqués de Sade, don Juan Tenorio (¡mi don Juan!), Casanova y Christian Grey. No me conformo. Y además, ¿la Iglesia no eliminó en Limbo de las localizaciones eternas porque era un coñazo que no aguantaban ni los nonatos? Pues que alguien reformule la Divina Comedia, hombre, que está caduca.
            Un alumno que andaba por allí, estaba algo preocupado también porque le tocaba ir al círculo de los heréticos y en su familia eso está muy mal visto: -Algo habrás hecho, -le he dicho yo-, peor es lo mío, hijo, allí por lo menos te van a contar chistes aunque sean irreverentes, con suerte te tropiezas con Gila y te hace el numerito del teléfono o algo –¿Es el enemigo?¿Podrían parar la guerra un momento?- , pero figúrate lo que me espera a mí, dándole al coco todo el santo día, o noche, o lo que sea eso. Y encima rodeada de mocosos llorones sin su faldón de bautizar siquiera, un asco de más allá-. El caso es que el muchacho se ha ido más convencido de que ser un hereje no era tan mala opción, al fin y al cabo. Y para consolarme a mí, va y me dice: -A ver si es que no has entendido bien las preguntas, profesora-. Va a ser eso, hijo.
Por si acaso os interesa, copio el enlace. Está en inglés, pero con un poco de paciencia y el traductor de Google no hay nada imposible. Y si vais al Limbo, por favor, decídmelo, a ver si organizamos algo enrollado por allí.

             http://www.4degreez.com/misc/dante-inferno-test.mv



domingo, 4 de noviembre de 2012

¿DÉ DÓNDE VIENEN LOS GUIRIS?

                                   

Parece ser que la palabra "guiri" viene de las siglas G. R. I. (Guardia Real de Infantería), soldados del ejército real que luchaban contra los carlistas en el siglo XIX y que llevaban estas iniciales en las gorras. Curiosidades de la lengua. Me ha dado la vena filológica, qué le vamos a hacer.

sábado, 3 de noviembre de 2012


PREGUNTAS INOCENTES

A veces, suele ocurrir que a una le vienen a la cabeza preguntas cuando está con su pareja en un momento de relax. A mí me suele ocurrir cuando hay partido de liga. Son las diez de la noche, pongamos por caso, es domingo, intento relajarme frente al televisor y olvidar el lunes, me dirijo a él pensando: –A ver qué programa chorra ponen hoy, que en el segundo intermedio me voy a la cama a la altura del anuncio de ING Direct (me los sé por orden, como la tabla periódica)- y cuando llego al salón me lo encuentro de sopetón y sin previo aviso: minuto 17, Getafe-Valladolid. Saco cuentas: 180 minutos de partido, más 15 de descanso y 5 de descuento menos los 17 que llevamos… total… un coñazo de noche. Ni que decir tiene que el fútbol es intocable. El mando se encuentra, como por casualidad, custodiado junto al brazo de mi marido en el ídem del sofá y mi adolescente favorito me mira de soslayo temiendo mi ataque al mando. Para hacer como que no se han dado cuenta de mi presencia y de que el partido es muy importante, inician una conversación como casual con comentarios interesantísimos tipo:

-Oye, papá, ¿sabes que han cedido a McArthur al Chelsea?
-¿Ah, sí, pues yo pensaba que lo iba a comprar el Valencia.
- No, qué va, si el Valencia ha comprado un media punta, que le
  hacía falta esta temporada…

Tensión por ambas partes. Yo empiezo a pensar –Truquitos a mí, que me he criado con tres hermanos… Los dejo hablar un rato. Me lo pienso: -¿Les jodo el partido? Baaah, total, tampoco tengo interés en ver nada. Me siento en el sofá junto a mi marido y, claro, mi mente empieza a viajar en cuanto veo el verde del césped. Como es natural, la cabeza de mi marido sigue en el campo, pero al cabo de diez minutos, yo ya he recorrido mentalmente años de convivencia y la pregunta me parece de lo más lógico y, sin embargo, conforme la formulo, me parece una chorrada como una catedral:

-           -      Oye, ¿tú te acuerdas de lo que yo llevaba puesto el día que nos conocimos?

Cara de pez. Hace como que no me ha oído. Sigue mirando el televisor. Pero yo, a estas alturas, conozco cualquier vibración muscular, microgestos, creo que les llaman. Me ha oído, lo ha traicionado un temblor del labio superior que ha durado un nanosegundo. Me has oído, lo sé, pero te lo repito, soy comprensiva y sé que no la esperabas:

-  - Cariñoooo, ¿tú te acuerdas de la ropa que yo llevaba el día que nos conocimos?

Me mira. Sé perfectamente lo que está pensando, dos cosas: -Ni puta idea- y -¿Qué le contesto yo a ésta ahora, en pleno penalti? Y sin embargo, contesta con otra pregunta, por llamarlo de alguna forma:

-           -Mmmmmm???

La pregunta me sigue pareciendo una chorrada, pero me hace gracia su burda estrategia de disimulo e insisto:

-           - Dime, ¿te acuerdas? Yo sí.

Este “yo sí” es lo mejor, es como un argumento de autoridad, como un puñetazo en la mesa dialéctica. Él lo interpreta como un examen de nuestro nivel de amor: -Si ella se acuerda y yo no, estoy sentenciado, la hemos liado. Improvisaré:

-      Pues claro que me acuerdo, hija, estabas muy guapa –añade para captar mi benevolencia. Y remata la faena-, por eso me enamoré de ti.

Buen intento, vaquero, pero burdo donde los haya. No cuela. Sigo con el jueguecito, el Getafe me aburre cada vez más:

-      ¿Síííí…?(estocada final) ¿y qué eraaaa? (chúpate ésa).

Ni que decir tiene que, a partir de ese momento, se suceden los palos de ciego, que si unos vaqueros, que si un vestido, que si una minifalda… imposible acordarse de lo que llevaba nadie hace veintitantos años, ni siquiera de cuál era la moda entonces, pero, ¡ay!, entra al trapo con tanta facilidad… La culpa la tiene el fútbol, si estuviéramos viendo una peli, yo no tendría mi mente viajando por el espacio. Pero lo que más gracia me hace es que él piensa que eso es fundamental para una mujer. Qué poco nos conocen. Sinceramente, me molesta mucho más cuando no se acuerda de los motivos de una discusión que tuvimos hace diez días que de mi ropa de hace veinte años; sin embargo, él piensa lo contrario. A veces, lo sorprendo observándome mucho, como si yo fuera un tubo de ensayo y yo creo que intenta infructuosamente memorizar datos para posibles preguntas futuras. Como si eso fuera posible.

Hay otro tipo de preguntas, mi marido las llama preguntas-trampa. Son preguntas del tipo: ¿Qué te parece si me pongo bótox en las patas de gallo?, ¿Crees que me están estrechos estos pantalones?, ¿Qué espaguetis están mejor, los de mi madre o los míos? Si yo me muriera,¿te volverías a casar? En fin, las típicas preguntas que llenan la existencia de cualquier mujer. Él tiene la absurda teoría de que, conteste lo que conteste, se equivoca. A esas les rehúye de mil maneras: a veces me pide opciones, como si fuera un examen tipo test; otras, me pregunta él a mí qué tiene que contestar para no equivocarse (intentando liarme. A mí. Ya ves); a veces, se ríe, “esta vez no me pillas, estaba prevenido y no te voy a contestar”… en fin, pura cobardía masculina.

El caso es que quizá, si no hubiera tanto fútbol, a lo mejor mi mente no vagaría libre en esos momentos de ocio e inactividad del final de la jornada y podríamos hablar de otros temas más interesantes viendo una película de amor, por ejemplo, y la calidad de mis preguntas mejoraría ostensiblemente: ¿Tú crees que si Kate Winslet le hubiera dejado un trozo de balsa a Leonardo Di Caprio, se hubiera salvado? o mejor: ¿Tú hubieras confiado en mí si te pongo en la proa de un transatlántico y te sujeto sólo por la cintura y te digo que cierres los ojos? Anda, contesta a eso, con un par.

jueves, 1 de noviembre de 2012

HOMBRES, MACROECONOMÍA E INFORMÁTICA


HOMBRES, MACROECONOMÍA E INFORMÁTICA

Hoy lo adecuado sería que escribiera algo sobre Halloween, sobre cómo nos hemos tenido que tragar esa fiesta a la fuerza, sobre lo mucho que nos aburre a los que no la hemos vivido desde la infancia, sobre los ridículos disfraces que se ponen algunos padres que quieren ser muy enrollados con sus hijos y sobre la campaña comercial que se ha montado en torno a esta fiesta tan ajena a nuestra tradición cultural. Pero no lo haré. Me resistiré. Llevo ya una semana soportando cuentos de terror y calabazas, películas de terror y calabazas, decoraciones de terror y calabazas y actividades relacionadas con el terror y las calabazas - por cierto, es una pareja que combina bastante mal-.

Prefiero hablar de otro tema que me parece más interesante. Os explico. A lo largo de mi devenir profesional, he trabado amistad con diferentes tipos de personas; de ellas, siempre he observado más y mejor a los hombres que a las mujeres, será porque a estas últimas las conozco muy bien y rara vez me sorprenden. Sin embargo, los hombres, esos seres que se vanaglorian de ser simples, previsibles y nada retorcidos, no dejan de asombrarme cada día con nuevas facetas de personalidad bastante curiosas.

Últimamente, ando analizando dos prototipos de nuevo cuño: el experto en informática y el experto en macroeconomía, dos especies muy diferentes que conviven en el mismo hábitat cruzando a diario informaciones a cuál más incomprensible para el común de los mortales.

De ellos, el que más me exaspera es el economista aficionado, sin embargo, el que más incidencia tiene en mi vida diaria es el informático en ciernes. Éste es un personaje que tiene la mala costumbre de pasarse la vida complicando las tareas informáticas más simples para, a continuación, dar una solución mucho más complicada que simplifique lo que él mismo ha enredado para demostrarse que domina el arte de desentrañar enigmas informáticos. Pongo por ejemplo: 

-                   - Oye, Fulanico, el archivo que me adjuntaste en el correo no lo puedo abrir en mi
               ordenador.
-                    - Yaaa  pues no séeee,  -ahora viene la genialidad- ¿tú tienes un Mac?
-                    - ¿Un quééé?
Alguien te sopla por lo bajo: –dile la marca de tu PC, luego te explico-.
-                     -Yo tengo un HP
-                     - Aaaah, pues va a ser eso… 
-                     -  ¿El qué? (¿me ofendo en nombre de mi ordenador?)
-                     - Es que entonces lo tienes que desencriptar –por poner un ejemplo-.
-                     - ¿Y eso qué es?
-                      -Pues te descargas de Internet un programa que se llama Desencript10PX y te lo
                 instalas y ya te lo abres sin problemas.

Ahora interviene otro experto que compite en conocimientos con el anterior y necesita dejarlo claro:

-                   - Lleva cuidado con ese programa, que a mí me entró un virus y tuve que
               formatear el  ordenador.
(¡Dios mío! Esto se está poniendo interesante)
-                    -Ya… ¿qué antivirus tienes?
-                    -Pues, hijo, no me acuerdo, uno que me puso mi cuñado.
-               -Yaaa, pues instálate el Ratvir versión 5S, que te instala actualizaciones automáticas 
               periódicamente.
-                   - Pues a mí me va mejor el TroyX… ¿tienes Windows 7?

Yo a esas alturas ya he desconectado, aunque sigo poniendo cara de atención, así, como de que me interesa mucho lo que me dicen, pero estoy pensando: -Madre mía, la semana que viene es el cumpleaños de mi madre, ¿qué le compro? Tengo que llamar a mi hermana y preguntarle…esta tarde recojo yo a los críos, a ver… este tiene baloncesto a las seis, a ver si me da tiempo de hacer la compra, ah, no… que tengo que poner un examen y después hablar con el profe de matemáticas de …-

-            -  Sí, eso creo…
-            - Ah, pues entonces te interesa más copiarlo en un archivo temporal y cuando lo
          desencriptes, lo  pasas a un formato de sólo lectura y lo eliminas.
-          -   Yaaa, oye, Fulanico, y ya que estamos aquí y sólo por curiosidad: ¿qué hay en el 
           archivo? ¿Es que es muy secreto?
-           -Nooo, si es un cuadrante que me tienes que rellenar porque van a venir a hablar
           conmigo los padres de Pablo Pérez la semana que viene.
-               - Oye, y digo yo que no sé nada de informática (pero sí tengo sentido común ), ¿Por
             qué no me lo envías en un documento de Word de los de toda la vida?
-                -  Ja, ja, ja… (Yo no le veo la gracia, hijo), si es muy fácil, tú haz lo que te he dicho.
-               - Mira, Fulanico, te lo diré con sinceridad, no me pienso instalar todas esas cosas en
             mi ordenador porque a ti te haya dado este año por las encriptaciones, si quieres 
             me lo envías así y, si no, te lo relleno a mano (¡coño!).
-                -Pues, hija, todo el mundo me lo ha hecho sin problemassss (tonillo irónico toca-
            pelotas).
-                 -  Yaaaa, pero es que yo soy de letras, ya vessss… sigo más a Homero que a
             Gatessss…
-          - Bueno, pues, ya veré qué hago, es que así me vas a complicar… (¡Hay que
              joderse…! Yo soy la que complico…).

Mientras tanto, el otro “experto” me observa con una sonrisita bobalicona como pensando: -¡Con lo fácil que es! Pobrecita…-Menos mal, que siempre hay un alma de Dios que te dice por lo bajo –Ni  caso, yo también he pasado del cuadrante, que se joda y que lo rellene él.-

De cualquier forma, como he dicho antes, este espécimen no me exaspera demasiado porque, aunque tiene estos momentos “encriptados”, luego siempre es un tío dispuesto a resolverte cualquier problema informático que te surja incluso en su tiempo libre, el por qué lo hace no lo he descubierto todavía, pero siempre es de agradecer.

El verdadero palizas es el macroeconomista, que además en estos tiempos de crisis ha proliferado como las setas en otoño. Este tipo nunca entiende los problemas económicos como los demás. Qué va. Él piensa a largo plazo, analiza la Revolución Industrial del siglo XIX, el nacimiento de los Estados modernos, pasa por la crisis del 29 y la proyecta hacia el 2016 rediseñando las nuevas fórmulas bancarias con la misma soltura con la que yo escribo la lista de la compra. Yo, cuando me empieza a hablar, meto disimuladamente la mano en mi bolso para asegurarme de que mi amigo el ibuprofeno está ahí para echarme una mano, me relajo y sigo pensando en mis cosas: -a veeer, pues le voy a comprar colonia, que siempre viene bien.. no, parece que casi no he pensado, anda, tenía que haber pedido hora en el dentista para la revisión del flúor, a ver si me acuerdo esta tarde… ¿y unos zapatos? Jo, es que están carísimos, no sé… hoy sale el mayor a las dos y media, no sé qué le voy a hacer de comer, ayer comió pasta, voy a llamar a Ana esta tarde, que hace un siglo que no hablamos, a ver si organizamos una barbac….. 

A estas alturas de la disertación ya ha metido baza otra mente preclara de la economía que da una versión aún más complicada de por qué no hay que rescatar a la banca y de que la Merkel nos engaña a todos y de que sabe de buena tinta que esa señora no es trigo limpio por que ya ves tú cuando empezó su carrera política en su partido nadie confiaba en ella y bla, bla, bla ,  (-claro que para ponernos de acuerdo quizá sea mejor una cena, la semana que viene no puedo, la siguiente Raquel se va de viaje, bueno ya veré, ay, Dios mío, que yo tenía que rellenar el cuadrante de Pablo Pérez para ayer, Fulanico me mata después de que he conseguido que me lo dé en papel...-), porque cuando en la crisis del 92 subieron los tipos de interés… (-menos mal ya estamos en el siglo pasado y en nuestro país, empiezo a controlar los datos…a mí que me dejen el sueldo ya en paz y que hagan lo que quieran-) y Felipe González firmó un acuerdo con la banca… (-¿Felipe González? ¿Todavía no hemos llegado a Zapateroooooo? A mí me da un ataque, que me tengo que ir, en cuanto deje de mirarme para impresionarme me largo de aquí, vamos, que los conozco muy bien, que todavía tenemos que hacerle un repasillo hasta al rey y Urdangarín... bien, ya hay tres enzarzados en la polémica económico-política, está al caer Aznar y la guerra de Irak, es el momento de escabullirse…-)


-               - Ejem, ejem… voy a tomarme un café,¿alguien quiere?

Ni me han oído, mejor. Me voy a desencriptar archivos, que me llena más.