sábado, 22 de diciembre de 2012

LOL



     O uno se llama Julio Verne o es imposible predecir cómo evolucionará la tecnología. Cuando inventaron los SMS y los zagales empezaron a abreviar palabras y usar emoticonos a mí me pareció lo más lógico y práctico del mundo, me parecía que el principio de economía lingüística lo exigía, es más, otra cosa hubiera sido lo raro. Hubo gente que lo llevó fatal: ¡el caos de la ortografía! ¡el fin del castellano! (como si hubiera sido un fenómeno exclusivo del castellano). Ahora han inventado el WhatsAp –no sé si esta vez estará bien escrito, no me aclaro con esta palabra o lo que sea- y las mismas criaturas que hace un par de años te ponían: Ola k tal pk n ns vms dsps? xoxo (Traduzco: “Hola, ¿qué tal? ¿Por qué no nos vemos después? Besos y abrazos”), ahora te mandan el mismo mensaje más o menos completo y comprensible para los no iniciados. Razón: el WhatsAp es gratis y mucho más rápido. Claro, ¿cómo iban a adivinar este nuevo invento los apocalípticos de la lengua? A mí todos esos fenómenos lingüísticos no me parecen excesivamente trascendentes porque se limitan a un ámbito muy específico. Sin embargo, lo que sí me sorprende y mucho es la nueva tendencia de las siglas. No es que las siglas sean una novedad, qué va, hasta Dámaso Alonso nos recordaba las nobles y “venerables” SPQR, INRI y RIP; la cosa extraña es que ahora los versátiles zagales las empiezan a usar para mostrar emociones; eso es raro, raro. La primera es la que da nombre a esta entrada: LOL. Siglaemoticona la llaman y parece que hay varias teorías sobre su significado; las más aceptadas, al menos que yo sepa, es que significa Lots of Laughs o Laughing out loud (parece que no está muy claro) y se usa con dos diferentes intenciones; a saber: mucha risa (tú escribes o dices LOL después de la intervención de alguien y eso quiere decir que te ha hecho mucha gracia) o insulto (“eres un LOL”). Me quedo muerta. O sea, que ahora en vez de ese sentido “jajaja” que escribo para dar a entender que todavía me estoy riendo de un comentario que ha hecho alguien, tengo que escribir: LOL. Pues vaya sosería. El caso es que la cosa ha trascendido a la lengua oral y yo ya lo he visto decir con la cara más seria que un ajo: uno cuenta una anécdota riéndose y el otro va y le dice con cara de póker: “LOL” y el primero se va tan satisfecho pensando: -Qué gracioso soy, madre-. No sé, pero no lo veo muy claro. Me imagino una peli de risa en el cine, por ejemplo, y cuando se produce la escena graciosa, va todo el mundo y dice: “LOL”. Pues no es lo mismo. Pero también vale para dar a entender sentimientos tan comunes como “hijo, qué poca gracia tienes”, tú le dices LOL a uno y el otro piensa: -No vuelvo a contar este chiste sin cuatro cañas en el cuerpo-. Lo que no tengo muy claro es cómo se distingue el primer LOL del segundo LOL o, lo que es más difícil, si el chiste se lo cuentas a tres o cuatro, ¿cómo sabes quién te está diciendo el LOL del me-descojono-con-este-tío o el LOL del cállate-ya-pordiós-hijo? Habrá que matizar esto en el futuro porque si no, me veo haciendo encuestas a mis amigas: -Oye, cuando me dijiste LOL ¿a qué te referías? Es que no me quedó del todo claro tu tono de LOL-.
Dicen que la cosa ha llegado ya al diccionario Oxford con otras como OMG (Oh, My God), así que si alguien te pega un susto de muerte le dices tan educada y británicamente: -OMG- y todos tan contentos. Yo propongo otras más castizas, como MPEC (Me Parto El Culo) o APYQMM (Acho, para ya que me meo) o TETDC (Tú Eres Tonto Del Culo) o LMQTP (La Madre Que Te Parió –para susto de fuerza moderada-) y AQTLUH (¿A Que Te Llevas Una Hostia? –para susto de fuerza intensa-). Es posible que sean más difíciles de decir, pero tienen más sentimiento; es que hasta para las siglas nuestra lengua tiene más miga, QLVAH (Qué Le Vamos A Hacer). 

jueves, 20 de diciembre de 2012

Navidad, dulce Navidad



Ya estamos casi en Navidad. Otra vez. No sé qué tienen estas fiestas que, mientras que el verano parece que no llega nunca, las navidades siempre están a la vuelta de la esquina; es que las ves venir –finales de noviembre- y te dices: -¿Otra vez? Madre mía, si acabo de terminar de recoger los adornos del año pasado, qué pereza, otra vez a sacaaarloooos. El caso es que yo me pregunto de dónde sale esa pereza que me invade ante las dichosas fiestas navideñas; al fin y al cabo, me dan un par de semanicas de descanso; pues ni por esas, que cada vez me gustan menos, oye. Yo pienso que gran parte de la culpa la tiene la obligación de decorar la casa con unos adornos que todos los años miras aburrida de vistos que los tienes; y todos las navidades me digo después de suspirar ante el caos que me encuentro cuando abro la caja: -Mañana me planto en Ikea, que este año renuevo. Pero mañana pienso: -Total, para quince días, pasamos con lo que hay. ¿Que al muñequito de nieve se le ha caído el sombrero?, pues lo pongo en la parte de detrás del árbol, ¿Qué el trineo parece ya un invento de esos de Leonardo da Vinci que nadie sabe para qué sirve? Pues entre el ramaje. ¿Qué el osito de peluche con bufanda ha adquirido el aspecto de chihuahua por no se sabe qué prodigio físico? Pues nada, entre los brillos del espumillón ni se nota. Perras ahorradas. Luego están las luces. He de reconocer que no me caracterizo por el cuidado que pongo en guardarlas, me pone de los nervios la recogida porque todo el mundo pasa de mí y me como el marrón yo solica, así que el resultado catastrófico lo sufro cuando vuelvo a abrir: ¿Habéis intentado desenredar alguna vez las luces de Navidad? Al que lo haya hecho, aunque sea una vez y en su lejana infancia, no le tengo que explicar la mezcla de sentimientos horribles que se van acumulando conforme pasa el tiempo y vas comprobando que lo que deslías por un lado, se va enredando por el otro; por ese motivo, cada vez pongo menos luces y este año estoy pensando en localizar los enchufes de todos esos metros de lamparitas que tengo hechos una bola bastante extraña y conectarlos simultáneamente para ver el efecto, oye, que a lo mejor parece un diseño de interiorista y todo, cosas más raras y con premio he visto yo en algunas revistas.
El año pasado, como no tenía gana de sacar la caja de las bolas y a mí imaginación no me falta, me inventé una estrategia para soltarles el lío del árbol a mis hijos; les dije:  -Hijos míos, este año he pensado que vamos a cambiar la decoración del abeto. Vamos a decorarlo con peluches. Y lo vais a hacer vosotros –esto último con cara de y-ahora-os-estoy-dando-una-sorpresa-. Como es natural, el mayor no dijo ni pío por no frustrarme, creo, pero se dio media vuelta y desapareció sin dejar rastro. Pero a la pequeña le encantó la idea. Pobrecita, todavía es joven e ingenua. Así que a los dos menores les tocó pasarse un día buscando peluches abandonados e ir colocándolos en un equilibrio algo inestable entre las ramas. La cosa quedó bastante bien y sobre todo original. El único problema era el perro, un pastor alemán hiperactivo que cada vez que podía se rozaba con el árbol a propósito para que cayera un muñeco y emprenderla a mordiscos con él. Mi hija, que se tomó la pervivencia de los muñecos como algo personal, se liaba a zapatillazos con el chucho hasta que soltaba el peluche y después lo ataba un rato enfrente de su obra para que, según ella, aprendiera a respetar las cosas de los demás. El pobre animal pasó la Navidad sin llegar a comprender el ceremonial muñeco-zapatillazos-correa, pero lo llevó bastante bien y yo, en premio a su paciencia, le compré para Nochevieja una lata de comida de las buenas, de las que le pone Paris Hilton, que no sabe que existe el pienso, todos los días a su chucho; bueno, no, peor, que la mía era de Mercadona.
Otra de las cosas que me estresa en estas fiestas es la gente; tengo que reconocer que  -como dice una amiga mía- a mí las masas, ni de obispos; si a eso le añadimos las prisas –no recuerdo los motivos ahora, pero en Navidad lo hago todo con prisa-, me pongo de un humor bastante poco navideño: coge el coche, métete en el centro en hora punta (la hora punta en Navidad y en el centro empieza a las diez de la mañana y acaba doce horas después), llega hasta el parking sin que te lo rocen, comprueba que está completo y con cola (es parte del ritual), vete a otro parking a hacer la misma operación y a otro, al tercero te resignas y te colocas dócilmente en la cola y te das cuenta de que, si hubieras hecho eso en el primero, quizá ya hubieras aparcado. Esperas. Cuando consigues entrar, buscas una plaza vacía con la misma desesperada ilusión que Rodrigo de Triana buscaba un cachico de tierra la criaturica. La ves. Es pequeña, pero te lanzas a ella y no sabes cómo pero encajas el coche mientras el que espera te observa deseándote lo peor, o sea, que no quepa o, al menos, que te pongas nerviosa y no seas capaz de meterlo, eso da bonus extra de satisfacción al que espera, confieso que a veces he sido yo la que esperaba. Limpias un poco la carrocería con el culo al salir, ya veremos cómo entras luego o dónde acaba tu retrovisor si el que hay al lado tiene que salir y mala leche a la vez. Y, hala, a la masa. Compras y más compras. Empleadas sonrientes que mantienen el tipo bastante bien, dadas las circunstancias. Mucha gente relajada que, evidentemente, vive en el centro. Otra gente menos relajada –entre la que me incluyo- que va escasa de tiempo por culpa del aparcamiento. Vuelves más cargada que tu árbol de Navidad y recuerdas –son las dos y media- que no tienes ni idea de qué vas a ponerles de comer a tus hijos. Se te ha pasado media mañana buscando aparcamiento. “Dios proveerá”-piensas-, pero no provee –es una parte de la Biblia que nunca ha funcionado, la verdad- y a las tres de la tarde, después de superar un par de atascos urbanos, te plantas en tu casa a hacer la comida para que cuando pongas el plato en la mesa, alguno te diga: -¿Otra vez espaguetiiiiissss?, ¡vaya Navidad! Eso digo yo, hijo, vaya Navidad. Menos mal que sobrevivo con el recuerdo, siempre relajante y familiar, de la Nochebuena. ¡Ay, Señor!

lunes, 10 de diciembre de 2012

EL FIN DEL MUNDO


         
      Últimamente el fin del mundo se está convirtiendo en un tema recurrente. A mí no me preocupa mucho porque ya he vivido varios: alguna que otra pandemia, el efecto dos mil y un par de profecías de Nostradamus; ahora les toca a los Mayas, parece ser que Nostradamus está alcanzando ya la misma credibilidad que Rappel en tanga de leopardo y los periodistas han decidido que hay que empezar a asustar a la gente con otros recursos más misteriosos. La verdad sea dicha, a mí me gusta más Nostradamus porque tiene un nombre que le da bastante seriedad al asunto, suena a mago maléfico con poderes secretos de peli de Harry Potter y eso hace que sea más creíble; si el tipo se hubiera llamado, un suponer, Aurelio García no hubiera pasado de ser el loco típico del pueblo al que nadie hace caso si no es en el bar y con dos vinos de más, pero con ese nombre, Nostradaaaamuuuus, tenía que tener acojonadicos a los de su pueblo cada vez que abriera la boca: -“Que digo yo, por decir algo, que a lo mejor mañana hay gota fría...” y todo el mundo a correr para que no le pillara la riada, -“Que estaba yo pensando esta mañana que a ver si este año toca la lotería en el pueblo, que buena falta nos hace con la sequía que hay…”, hala, y todos a comprar lotería porque lo había dicho Nostradamus, pero cualquiera se pone a reírse de él, con ese nombre, para que te lance un rayo exterminador. 

      Luego está lo de las pandemias, es que mola que te cagas el vocablo, porque no quedaría igual llamarlo enfermedad contagiosa, el personal no se lo tomaría en serio, diríamos: -“Anda ya, bastantes problemas tengo yo ya para que me calienten el tarro con chorradas”, pero eso de pandemia le da un ringorrango destructivo que impresiona de verdad, que aunque sea de resfriado, que es lo que ahora mismo hay creo yo, pues parece como más gorda la cosa. 

      Sobre el efecto dos mil, hay que decir que fue el fin del mundo más chorra de todos, pero no estuvo mal, porque todos los informáticos –profesionales o amateurs- se pasaban el día haciendo quinielas sobre cómo afectaría eso a nuestra vida diaria y, en una concatenación lógica de devastadores efectos, siempre llegaban a la conclusión de que al final, ni agua íbamos a tener; a mí me preocupaba más la electricidad, porque me pilló a puntico de dar a luz y me planteaba yo un apagón en pleno paritorio con mi marido bastante a pique de desmayarse y no me gustaba nada el plan, la verdad; pero lo cierto es que al final pasé ese fin del mundo en casa de mi amigo Josemaría cenando marisco porque decidieron programarlo para Nochevieja, un detallazo, la verdad, aunque la mujer de mi amigo, previsora donde las haya, bajó la intensidad de las luces durante toda la cena por si podía ayudar en algo. 

      Pero volviendo a los fines del mundo inminentes, tengo que confesar que últimamente ando enganchada con mi hijo a un programa norteamericano –cómo no- que se titula “Los amos del fin del mundo” (se pintan solos para poner nombres, los jodíos). En una sucesión de capítulos semanales, van desfilando tipos que están consagrando sus vidas, como las hormigas de la fábula, a prepararse para el evento. Lo curioso del caso es que cada uno tiene su teoría del fin: colapso eléctrico, crisis del petróleo, ataque nuclear masivo, invasión alienígena, ataque químico con el virus de la viruela (os lo juro), glaciación repentina… El último programa que he visto hacía un seguimiento a una familia de Nueva York que se preparaba para la erupción del volcán del parque de Yellowstone (pobre oso Yogui, la que le espera) y yo me dije, “madre mía y yo que ni siquiera sabía que allí había un volcán”; pero tranquilos, que el tipo explicaba que la nube de cenizas llegaría a Dakota (no sé si del norte o del sur, me informaré), puesto que se desplazaría hacia el este (lo tiene todo calculado el tío) y yo ya me quedé más tranquila porque Dakota no me pilla de camino para el trabajo ni aunque dé mucho rodeo. 

      El caso es que esta extraña gente y su familia más cercana (hasta el grado de cuñado más o menos) se dedican a prepararse para cuando llegue lo que sea que ellos han pensado que va a llegar y, claro, al resto nos pilla en bragas, sin comida ni agua y lo que es peor según ellos ¡sin armas! Así que a lo largo del programa ellos van enseñando cómo se lo van a montar el día del juicio final, cómo entrenan a la familia-víctima haciendo simulacros y todo y qué cuelgue en concreto se le ha ocurrido a cada uno; pondré unos ejemplos al tuntún: había uno que ha alimentado a sus hijos desde que se destetaron con bichos: gusanos, grillos, saltamontes, cucarachas… y sabían hacer exquisitas recetas con los mismos porque, en caso de que se acabaran los alimentos, los chiquillos lo pasarían bomba comiendo su comida preferida mientras los otros niños morían de inanición; ni que decir tiene que lo mejor del capítulo era la cara que ponían los pobres críos cada vez que se comían una cucharada de las porquerías que les cocinaba mamá bruja. Había otra que se dedicaba a envasar alimentos para que duraran años y tenía toda la casa llena de botes de conservas hechas por ella: en el baño, debajo de las camas, en los armarios, detrás de las puertas… lo divertido de este capítulo fue que hizo una comida de amigos en su casa con esos alimentos y a la buena mujer no se le ocurrió otra cosa que hacer una receta con unos huevos que tenía guardados desde el Cretácico superior; aquí las caras de los invitados cuando les soltó que los huevos que se habían comido tenían ocho meses superó con creces a las de los niños come-bichos. En otro capítulo salía un hombre que era inventor de objetos útiles para el fin del mundo y aparecía enseñando su colección de cosas raras con nombres raros y va el tío y deja para el último lugar su invento estrella y, por mucho que lo enseñaba desde diversas perspectivas, yo sólo veía un carro igualico a ésos que llevan los chinos para transportar personas y, en el colmo del entusiasmo, decía que con su invento se podían transportar ciento cincuenta kilos sin problemas y para demostrarlo subía en él a su amigo, o sea, un carro de los chinos, pero el tío, oye, tan feliz, se ve que no ha visto mucha tele. En fin, como putas cabras. Y eso sólo son unos ejemplos. Pero lo verdaderamente preocupante del asunto no son los locos, que de ésos hay en todas partes y allí, como es lógico más; lo grave es que estos pirados son un ejemplo y un pilar para su “comunidad”,como dicen ellos (a mí esa palabra me suena a secta, qué quieres, me gusta más “pueblo”, de toda la vida) y el resto de pirados que viven por los alrededores los idolatran por su dedicación y empeño y los ponen de ejemplo a seguir para las futuras generaciones. O sea, están todos como chotas del monte, ¿y esos son los amos del mundo? Pues estamos arreglados. 

      De momento, esperaremos a que pase este findel maya viendo la tele, yo desde luego me apunto al “Maratón fin del mundo” que hay el día 21, oye, que si aciertan los mayas nos pille preparados y sepamos conservar huevos, llevar cosas en carros y hacer recetas con bichos. Por cierto, ¿habéis oído hablar de Parravicini? Creo que es el sustituto de Nostradamus. Os pongo un enlace ilustrativo, este chico dará que hablar, tenemos fines-del-mundo para rato.


ERES MI VIDA Y MI MUERTE



Cuando no tenía Internet ni PC, yo era más feliz. Como os lo digo. Es más, pienso que la humanidad en general, era más feliz. Claro, habrá quien diga –que me lo han dicho, como si no fuera algo evidente- lo mucho que nos facilita las cosas, la inmediatez de la información, lo guay que resulta el correo electrónico, lo organizadicos que tenemos los archivos, acuérdate tú antes, las casas llenas de papeles, que para buscar algo te volvías loco entre carpetas llenas de polvo… Bien. Yo todo eso lo entiendo y, si me aprietas, lo admiro; es más, a la primera que admiro es a mí misma, porque yo no daba un duro por mí en esto de la informática y, sin embargo, aquí me veis, manteniendo un blog, con más moral que éxito, eso sí. Vale. Todo eso está muy bien. Pero ¿y mi libertad? ¿Dónde han quedado esas tardes en las que yo estaba en mi casa y no sufría el inevitable magnetismo del ordenador por el que me veo obligada a conectarlo en cuanto llego? ¿Por qué antes una tarde era medio día y ahora no me cunde nada de nada? Correos por leer, contestar y eliminar. Busca que te busca información de la que probablemente hubiera prescindido olímpicamente en otras épocas. Actualización de software porque así te lo ordena un mensaje que aparece repentinamente en la pantalla y que dura el tiempo justo para que leas las palabras, pero no entiendas el contenido. Descarga de no sé qué programa para poder abrir no sé qué video, clip musical, informe adjunto o lo que sea que al contacto de turno –ahora se llaman así los remitentes- se le haya ocurrido enviarte para entretenerte porque supone que te aburres. Descarga de fotografías en las que encima sales con los ojos cerrados o bizcos, pero que las guardas por algún anodino romanticismo rollo carpe diem. Ordenador que se bloquea con el programa que te descargaste el mes pasado y que ya está obsoleto. El antivirus que se pone a mandarte mensajes de apocalipsis informática y se pone a buscar troyanos cual Aquiles poseído por el espíritu de Gates. Tú acojonada por lo que pueda pasar justo ahora que es cuando más lo necesitas –siempre es cuando más lo necesitas-. Ventanitas que se suceden mandándote mensajes que no entiendes, pero a los que obedeces abducida por el terror. Recurrente tentación de tirar el ordenador por la ventana. Taco que sueltas justo cuando entra tu hija a enseñarte un dibujo con mensajes de amor filial y corazones. Conversaciones rayanas en lo enfermizo con el ordenador (¿Pero a ti qué coño te pasa ahora?, Tú eres tonto, hijo. Mira, paso de ti). Resignación final y autopromesas incumplidas de ruptura temporal con la informática. Eres mi vida y mi muerte; te lo juro, compañero; no debería quererte y sin embargo, te quiero, que dice la copla. ¿Peceadicta? Probablemente. El caso es que me paso las tardes y parte de las mañanas como hipnotizada por el poder de la pantalla.
Hace unos años leí un artículo periodístico en el que el cronista en cuestión explicaba, con la misma sorpresa y preocupante consternación con que yo lo leía, que no sé qué alto porcentaje de norteamericanos cuando salían de vacaciones se llevaban el ordenador porque habían adquirido tal dependencia de él que ni en el tiempo de ocio lo podían soltar. –¡Halaaaa! –me dije yo- ¿Estarán colgados los yanquis estos? ¿No tendrán otra cosa que hacer en vacaciones que estar enganchados al ordenador? Es más, ¿qué coño hacen en el ordenador en vacaciones?- De verdad que no me lo podía explicar. Y ahora reconozco que, a esos efectos, yo también soy norteamericana. Y me preocupa. Y reflexiono. Y me pregunto por qué he llegado a ser como los americanos, a los que admiro en unas cosas, pero les tengo penilla en la mayoría. Y claro, de tanto reflexionar e interrogarme llego a mis conclusiones. Y la primera conclusión es obvia: amigos, nos estamos americanizando. Asumámoslo. En todo. Primero fueron las hamburguesas y carbohidratos en general; así les va a las sufridas básculas, ¿recordáis que antes llegaban sólo hasta los cien o ciento y poco kilos? Y cuando tú te subías y los números salían disparados en tropel hasta alcanzar la estabilidad de tu peso, tú pensabas: –Anda, yaaaa, ¿quién va a pesar cien kilos? Qué risa-.  Luego llegaron los móviles, que causaban una mezcla de vergüenza ajena y conmiseración cuando los veías en manos de algún snob excéntrico; ahora no podemos vivir sin ellos. Luego llegó Coyote Dax a intentar meternos el folclore americano, menos mal que ahí estuvimos listos, pero casi, que yo ya me veía por ahí de farra con sombrero vaquero, minifalda tejana y espuelas en las camperas y no sé, no terminaba de convencerme el estilismo; pero gracias a Dios sólo fue un susto, que para eso teníamos nosotros a Estopa dando ídem con La raja de tu falda, que aunque friki a más no poder, nos salvó de la caída libre de la dignidad hispana en brazos del catetismo imperialista en bodas, bautizos y comuniones; gracias, Estopa, no me gustáis, pero reconozco un acierto cuando lo veo. Y por último, nos adaptamos a la informática, esa Hidra que atrapa con sus fauces todo lo que toca –incluidos los vergonzantes móviles de antaño-, para que no nos podamos escapar de ella ni en el supermercado, cuando estás intentando averiguar si los ojos vidriosos de la merluza están tapados con el hielo picado por casualidad o por deliberado ocultamiento de los primeros síntomas de descomposición y ahí está nuestra infatigable compañera silbándote en el bolso –Eh, eh, venga, que tienes correos, What´s up, sms (de los que aún se resisten al invasor), déjate de compras y hazme caso ya, que tienes tres conversaciones en el What´s up – y al final, ya no sabes si meter el móvil en la boca del mero que te mira con bobalicona resignación o matar a la pescadera que se empeña en tener una conversación contigo sobre la puta crisis, que quieres ya que acabe sólo para que la gente deje de hablar de ella.
En fin, lo dicho, una especie de monstruo que cada vez te exige más tiempo y conocimientos y yo, qué queréis, de lo primero ando justa cada día y lo segundo no me cabe ya en la cabeza. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

RÍETE TÚ DE LAS CROQUETAS


Me envía mi cuñada por correo un libro entrañable titulado Las mil peores poesías de la Lengua castellana; en él aparecen algunos fragmentos muy divertidos entre los que ella destaca el de las croquetas, que según el autor, Jorge Llopis, es “la palabra castellana más castigada, más vapuleada por extrañas metátesis populares (…).Usted escuchará de labios de sus interlocutores, señor mío: cocreta, crocreta, cocleta y clocleta, postrer alarde pirotécnico de la errónea pronunciación hispana.

Sin ánimo de quitarle mérito a la labor filológica del autor, voy sin embargo a ofrecer otras muestras reales del vilipendio léxico al que me veo personalmente abocada a diario y al que no tengo más remedio que asistir con la paciencia de una santa, ya que en mi caso la profusión de burradas lingüísticas y de rigor histórico vienen de boca de unas criaturillas que pasan cuatro horas semanales conmigo hablando sobre el tema; mejor dicho, oyendo como el que oye llover el tema. Si no fuera por mi sentido del humor, a estas alturas, habría dejado de explicar lo que manda el santo currículo y habría cambiado mi discurso por otro de libre creación, tipo monólogo humorístico; al fin y al cabo, el resultado sería el mismo.

Dicho esto, paso a ofreceros algunas perlas de mis educandos y educandas, a los que, Dios mediante, tengo presuntamente encerradicos estudiando durante estos días de final de trimestre, hecho que disfruto como  pueril venganza previa de lo que tendré que leer el próximo fin de semana. Los ejemplos en cursiva son de los propios alumnos, los he dividido en tres apartados por darles algo de coherencia semántica, si fuere posible. Al final de algunas entradas encontrarás entre paréntesis un comentario mío sobre la definición para que no quede ninguna duda en el aire.

I.- LÉXICO:

Admereir: Hazmerreír: Se convirtió en el admereir de todos.
Ay: Hay / ¡Hay! : ¡Ay!
A qui. Aquí.
Ayo. Hallo: Nunca ayo lo que busco.
Bacio. Vacío: Allí estaba todo bacio.
Balla. Vaya: Quiero que se balla.
Boy. Parece chico en inglés, pero significa “voy”.
Calosfrío. Escalofrío. (El alumno está comentando un capítulo de Platero y yo, con el libro delante de sus narices,  titulado “Escalofrío”, pero al copiar el título en su trabajo, no sabemos cómo, el vocablo sufre esta transformación; probablemente el alumno pensó que J.R. Jiménez, con sus manías con la ortografía,  se habría equivocado e intentó arreglarlo como pudo, el pobre).
Capaz. Necesario: Moriré si es capaz para conseguir tu amor.
Crimalí. “Climalit”(marca comercial): Hemos puesto la casa con crimalí
Degolber. Devolver: No le quiso degolver el dinero.
Derecho. Dispuesto: No estaba derecho a causarle ningún daño.
Discuta. Disputa: Me gustará contaros una discuta que tuvimos con un vecino cascarrabias.
Erroes. Héroes. En aquella época contaban mucho lo de los erroes.
Guardilla. Buhardilla. Lo guardaron tó en la guardilla (Como su propio nombre indica)
Ha sí. Así: Y ha sí fue como se conocieron 
Hecho: Echo / Echo. Hecho (Paradójico, ¿verdad?)
Hes. Es: Esto hes un adjetivo.
Hojos. Ojos
Hosea: O sea
Inextables. Inestables.
Lase. La sé: Esta no me lase. (Esta ¿palabra? es muy popular
    generación tras generación).
Mea. Aunque tiene semejanzas con un verbo castellano muy usado equivale a “me ha”: Mea gustado mucho.
Pauta. Pausa: Tienes que hacer una pauta de vez en cuando.
Perpléjico. Perplejo: Este se quedó perpléjico.
Posiera. Poseyera: Le dijo que le diera todo lo que posiera.
Practicar. Platicar: Mientras el gitano está practicando con el padre se oye una caída de alguien.
Predimitadamente. Premeditadamente: Lo hace todo
   predimitadamente.
Prefasí. Perífrasis: Aquí tenemos una prefasí.
Spiquica: Psíquica
Spica:Psíquica
Pisica: Psíquica (ríete tú de las croquetas).
Revundancia. Redundancia: En esta frase hay una revundancia.
Sintástis. Sintaxis.
Sintasis: Sintaxis
Síntasis: Sintaxis (y vuélvete a reír de las croquetas)
Sucesivo. Correspondiente: El libro cuenta lo sucesivo a nuestra edad.
Sunción. Asunción: Mi prima María Sunción.
Tonología. Entonación: La tonología de la frase es interrogativa.
Yban. Iban. Y allí y ban todos los niños

     II- NOCIONES SOBRE GRAMÁTICA.

- Sobre el presente habitual: En la frase “Todos los días entramos a las ocho y media”, el valor que tiene el presente de indicativo es que dice que todos los días entran a clase, no que entrarán cuando quieran, y ya habían entrado, en conclusión, que entran todos  los días”(¿Alguna duda al respecto?).
-Contesta. Adjetivo  (Así, sin más).
-Adaptaba. Adverbio (Para eso empieza por Ad-).
-Acabas. Complemento de tiempo (Hombre, se va acercando, no lo veo
  mal del   todo).
-Se: Pronombre átono policleto (Creo que es escultor en sus ratos libres).
-Del: Intergecion (Pos vale).
-Ellos: Conjunto verbal o morfema indefinido. (Parece que hay dos teorías, no sé por cuál decantarme, ambas resultan igual de apasionantes).
-Quieres. Es un pronombre, pero está escondido y parece un verbo. (La lengua tiene tantos misterios...)
-Parece. Pronombre personal. ( Al menos, a él se lo parece)
-Mi: Pronombre epíteto. (Por lo menos, suena bien, ¿no?)
-Día: Adverbio de tiempo.(Tampoco es tan disparatado)
-Tuvieron: Adjevo (Ésta es una categoría nueva) Aclaración verídica del
  alumno: “Los adjevos sirven para enlazar la oración” (¿Quién da más?).
                

      III.- HISTORIA DE LA LITERATURA:


-      El Poema de Mío Cid:
. Rodrigo Díaz fue un personaje histórico y supongo que Mío Cid quiso recordarlo con este poema. (Se conoce que lo echaba de menos).

. Todo lo que se dice en el poema no es cierto debido a que su autor es desconocido y las cosas se van exagerando. (Y claro, exagerando, exagerando, al final pasa lo que pasa, que no hay una palabra de verdad en el asunto).

. Per Abbat es un monje que escribió bastantes cosas en la Edad Media en España. Presuntamente escribió “Los Milagros de Nuestra Señora”.   (La policía ya está en ello, cualquiera sabe...).

. El Poema de Mío Cid es una obra de cuatro versos que tiene censura en el medio y tiene rima consonante iguales en todos sus versos.  (Para ser un poema tan cortito, hay que ver lo que ha dado de sí)

-      El Conde Lucanor:

. Los personajes animales son utilizados por el autor para representar bonitas fábulas que llegaron a ser patrimonio nacional. (Claro que sí,  menos catedrales y más fábulas, hombre).

.  Era un conde que tenía dos hijas y que sus dos hijas se casaron: Cuando se fueron con sus maridos, el conde pensó que no eran muy de fiar y por el camino los maridos les pegaron, pero el conde se vengó más tarde. Los maridos las dieron por muertas, pero no lo estaban, el conde los encontró y se vengo... (Vaya, vaya con el conde, qué callado se tenía lo de las hijas...).

  -   Especial “Coplas”:

      . Una alegoría es un canto de dolor a la muerte de un ser querido (¡TOMA
        YA)!: Las alegorías fueron empleadas por el poeta Antonio Machado tras 
      la muerte de su padre en la obra “Coplas a la muerte de su padre”.
      (Jorge Manrique le quedó muy agradecido por el bonito detalle).

-      Mester de Clerecía:
- Siglo XVI en adelante. Lo contaba el clero y se formaron tres nuevas formas literarias: el tretasfono, la cuaderna vía y el monorrimo. (Hay que ver con la Iglesia, siempre complicándolo todo).

-      Romanticismo:
Los escritores morían sobre los treinta años porque no les gustaba la realidad. (Pues vaya costumbre más tonta que tenían).

. Rosalía de Castro era una romántica retrasada (quería decir rezagada, espero).

En fin, repito, ríete tú de las croquetas.